Paradojas.
Fotografía hecha en Sintra, Portugal el 1 de Septiembre de 2016. |
Cuando en Septiembre noté un pequeño calambre en el pie izquierdo, no preví que tuviera que preocuparme hacia el nuevo año en absoluto. Pero así es.
Estos días se están convirtiendo en una época difícil para mí. Tener una lesión es algo que implica mucha seriedad y yo le he dado la misma que Ricardo III le da a sus enemigos, es decir, ninguna.
He sido déspota, cruel y malvada con las raíces que me sustentan. Mi orgullo combatía con el dolor e irremediablemente el primero ha salido herido. Fui cargando de peso el saco a propósito de mi ansiedad por quedarme sin nada. Y ésta lo ha roto, provocándome una lesión irrevocable e impositiva que tengo que asumir ahora.
Me he contado testimonios a mí misma intentando encontrar el por qué de esto hasta tener que sentir que estoy completamente estancada. Y lo hacía con el propósito de adivinar cómo podía salir del pozo y creo que no he encontrado otra manera que no sea intentar exprimir y aprovechar todo el tiempo que tengo para ponerlo al servicio de algo creativo y de provecho.
Una lesión implica mucha negatividad y aunque tengo mis días, a veces no queda otra que sacarle el lado positivo. Voy a combatir mi lesión como si fuera uno de Los siete samuráis de Kurosawa.
Muchas veces y sin motivo aparente, brotan lágrimas como si fueran raíces pero no del dolor, no es físico. Son más profundas, vienen de dentro y son propias de la impotencia del cansancio que me constata el cuerpo y del freno que éste mismo me ha obligado a echar.
Que sí.
Que ya era hora.
Que lo sé, tenía que parar.
¿Cuál es la mejor manera de que mi cuerpo me diga que pare de una vez? Atacando mi base, mi tierra. Yo, que soy un signo puramente acuático, pero orgulloso de andar sobre tierra.
La frase de la gran Kahlo viene a mi mente y quisiera tener alas y reducir los pies a un "para qué os quiero". Pero aún no las tengo y me desarmo.
Él mismo se protege y se revela frente a la mente. Y mira, no le culpo, ya no. Yo sé que ha sufrido mucho y ahora toca cuidarse, mimarse, protegerse y conocerse.
Ese es mi proceso: crecer aun estando sentada. Al fin y al cabo los árboles pueden hacerlo ¿no?.
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