Cuando los sentidos cambien y llores saliva.

El anterior Domingo, mientras acudía a una cita con mi calma, encontré un refugio maravilloso.

Al compás de Eternity: Memory of Lighwaves (Noriko Matsueda, Takahito Eguchi) de pronto descubrí unos jardines increíbles escondidos bajo la sombra de un sobrevalorado Templo de Debod. 


Cuando entré en este espacio protegido por una valla, tuve la sensación de encontrar La mano de midas como Lara Croft en Tomb Raider. Todo a mi alrededor era precioso, y fue entonces cuando experimenté una sensación extraña, que me hizo transportarme a un pequeño bosque en pleno centro capitalista y urbano de Madrid.

Me invadía la quietud y la paz, junto con palabras que resonaban en mi cabeza; "Y no consumir, sino, quedarse en la experiencia, en el significado de vivir, las sensaciones."


El sol resplandecía y solo pensaba que ese, por un momento, era el mejor sitio para vivir. Los edificios colindantes eran el mejor refugio para la hiperactividad de una gran capital. Mi descubrimiento de la semana no fue encontrar un vestido por cuatro euros, tampoco fue un cobro, algo material o una buena noticia. Fue hallar un rincón perdido, olvidado y solitario, que la población no suele tener en cuenta ni un Domingo.

Qué afortunada soy.



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