¿SOY PRESCINDIBLE?

Ilustración de Miguel Brieva

Yo no salvo vidas.
 No, no lo hago.
Ni me dedico al arduo trabajo de la sanación. 
Tampoco limpio las calles, cultivo en el campo, ni proporciono sustento alimenticio. 
No, no lo hago.

¿Soy por ello entonces, prescindible? 
¿No son indispensables (ahora más que nunca) los escritores, los cineastas y los compositores?
¿No es acaso con libros, música y cine con lo que soportas el desdén de tu confinamiento?
¿No es rodeados de letras, melodías y bailes como salimos a la tan deseada (y ficticia) superficie? 

 ¿Que mi profesión es prescindible? Puede.
Pero abrazo el violín y parece que las notas son soldados que obran una batalla contra la fatiga.

¿Que mi profesión es prescindible? Quizás.
Pero me dispongo a viajar cuando abro un libro y camino por las páginas de la imaginación, conducida fácilmente a una apacible utopía (esa en la que el mundo es libre del caos).

¿Somos por ello merecedores del vapuleo, de la infravaloración y del injusto reproche de nuestra poca valía? ¿De nuestra "vaga aportación a la sociedad"?

Lejos de victimizarnos, nos empodero: 

No salvamos vidas, pero salvamos mentes y esto se retroalimenta, concediéndonos la merecida insignia del salvamento. 

Porque el arte calma nuestros quebradizos y frágiles pensamientos y nos sujeta antes de caer al abismo. Nos libra de la locura y ameniza nuestra -a veces exasperante- espera. 

El arte nos hace reír y llorar y es crítico con quienes lo condenan. Por eso precisamente ahora es más indispensable que nunca, y es en él en quien debemos apoyarnos.

Si puedes afirmar que salvar mentes es prescindible, entonces el arte lo es. Pero recuerda que los que actuamos en su nombre nos aferramos a él como antiguos juglares y lo defendemos con las flores que recogemos del escenario. 

Faltarían demasiadas cosas si nos faltara el arte. Como las numerosas canciones de poder que brotan de las guaridas de cada quién, al más puro grito de "Resistiré" del Dúo Dinámico. Como los cuestionarios que propone el actor Noam Cartozo desde los tristes balcones parisinos. Como las miles de iniciativas que caminan día tras día, provenientes de artistas que quieren subsanar el alma, realizadas en el más alto nombre del altruismo.

Da igual que quieran herirlo o intenten destruirlo con la precariedad y la infravaloración crítica, porque siempre contará con fieles lacayos que lo ensalzan con firmeza. Y porque, como bien dice César Pávese: "el Arte es una poderosa arma contra el Mal y el Dolor. El arte no los vence (son invencibles), pero nos consuela del espanto." 

Por el teatro, la pintura, la escultura, la danza, la música, la comedia, la escritura y el cine. Por Anna Pavlova, por Chopin, por Salvador Dalí, por Francesca Woodman, por Ibsen y por Godard. "Por todos mis compañeros y por mí primero".

Sherezade Atiénzar 
una infame (pero eterna) titiritera.

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