Miedo al blanco.
Acabo de salir de la ducha y me sorprendo a mí misma tijera en mano con el objetivo de extirpar, minuciosamente, un delgado mechón blanco que resalta entre mi oscura melena. El tiempo ha hecho sus estragos, supongo. Me da por pensar que esto de eliminar pelos blancos no es una estrategia duradera: algún día el paso del tiempo me hará tener más cabellos perlados que oscuros. De pronto me lo imagino y una sensación de terror se apodera de mí. ¿Qué haré entonces? Ocultarlo con un tinte, obvio. Miro detenidamente mi rostro: las comisuras de los labios se han acentuado y las líneas de expresión alrededor de los ojos se han multiplicado. Siento una sensación de peligro, como si algo me acechara (el paso del tiempo) y pienso en si hacerme algún “retoquito”. Pero… ¿Acaso estos cabellos blancos no son una prueba fehaciente e irrefutable de mi experiencia vital? ¿Una prueba de haber cosechado innumerables experiencias y tener, por consiguiente, una serie de maravillosas vivencias en la palma de mi mano?. En fin, pediré cita en la peluquería para que me echen un tinte, supongo que está más aceptado socialmente que no se nos note la experiencia vital.
2º Premio del I Concurso de microrrelatos de Almansa Feminista.
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