A veces.




A veces me siento mal. 

Porque soy feliz. 


Por tener un plato de comida en la mesa, me siento mal, porque sé que otras personas no lo tienen. Luego me preguntó por qué y no encuentro respuestas -o por lo menos no respuestas lógicas-. No voy a poner ninguna foto que especifique de lo que hablo, todos/as vemos las noticias diariamente. Me nubla ver una imagen de un niño herido y lleno de polvo. Me siento mal por tener la vida que tengo y automáticamente me siento privilegiada. Me agobio y lloro, porque me gustaría ayudarle y pienso en cómo y me vienen dos vertientes, donar dinero o ir donde está él. 

Entonces me entra miedo. Y me paralizo. Ese miedo que experimentamos que nos hace ser pasivos, que nos hace sentirnos cómodos y no mirar alrededor.

A veces me siento mal porque pienso en qué estaría haciendo yo en el momento en el que le pasaba algo a ese niño, quizá yo estaba riéndome de algún chiste con mis amigos o estaba abrazando a mis padres o simplemente estaba dándome una ducha. Mientras tanto, ese niño sentía todo eso que yo no voy a ser capaz de sentir jamás y que por mucho que me esfuerce, no puedo ni imaginarme cómo es. Pero lo intento. Intento tener empatía y me imagino sin nada de lo mencionado anteriormente, me imagino sin mi casa, sin mi cama donde dormir, sin mi tranquilidad y sin las personas a las que quiero a mi alrededor. Imagino el caos y la lucha por intentar seguir vivo cada día, y entonces veo por un instante que sigo en mi realidad. Mi empatía ha divisado algo tan horrible que no ha querido tener esa sensación más de una milésima de segundo, entiendo que no puedo recrearlo desde el raciocinio y me siento impotente de querer ayudar y no saber cómo.

ShZ.

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