UNA MUJER EN LA VENTANA (TEATRO) - CRÍTICA


Hace una semana fui a ver esta maravilla que cobra vida en un escenario. Petra Martínez es la encargada de contar la historia de una anciana a la que van a desahuciar de su casa y debe ir a una residencia de ancianos. Ella, como es obvio, no quiere desprenderse de sus objetos personales que con tanto afecto y cariño guarda, vemos un molinillo de café, cuadros y fotos antiguas, un Jesucristo, cacharros viejos de cocina, una vieja radio...

Vi a más de una persona echando la lagrimilla, incluida yo. No nos damos cuenta de que todos pasaremos tarde o temprano por esa etapa de la vida, la vemos tan lejana que no nos importa, y no la cuidamos. Pero todos en algún momento seremos ancianos, nos convertiremos en uno de esos seres testarudos y que a menudo aunque sean personas pueden volverse un incordio o un simple deber del que ocuparse. No pensamos en qué pasará cuando nos toque a nosotros y cuando nos toque marcharnos a un sitio parecido a una especie de casa-cárcel en algunas ocasiones y en el cual probablemente exhalemos el último suspiro de alivio.

La obra criticaba principalmente los desahucios, al finalizar esta, la actriz y el director tuvieron una charla aclarando que no están en contra de las residencias, pero sí están en contra de los muchos procedimientos que no están bien dentro de ellas. A lo que si que no hay derecho es que a cualquier persona tengan que echarla de su casa, sin importar lo que ésta signifique para ella. Eso no debería ni de existir. Como al final de la obra aclaraban: "Imaginad a los refugiados Sirios, tener que huir de su casa sin nada más, sin sus pertenencias, dejando todo atrás."

Solo con escucharlo se me ponía la piel de gallina, a veces no podemos ponernos en la piel de los demás ni por un segundo, por eso vamos al teatro.

Olvidamos, entendemos y renacemos.

Así es el arte.
Por eso hay que resucitarlo.
No dejarlo morir.

ShZ.

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