BESOS EN LA ESTACIÓN


Shintaro Kago

En una estación

el tiempo es frenético.

La gente sonríe,

musita y busca miradas cómplices.

Otros pasan de largo, cabizbajos,

llevando consigo la vergüenza de no haber sido recogidos.

Como un paquete, un equipaje de mano, o una carta de correos,

sumergidos en el yugo de llevar su amarre a cuestas.

De pronto me sorprendió una leve sonrisa, 

gente encontrándose, demandando abrazos.



El otro día leyendo la revista Elle, encontré un artículo estupendo que argumentaba por qué los hombres deberían saludarse entre ellos dándose dos besos, un acto de amor considerado (por protocolo) claramente femenino.

"Lo que yo postulo es exactamente lo contrario: paridad absoluta, que España adopte un estilo argentino. Que los hombres besen a los hombres. Que, cuando un escritor vaya a recoger un premio, sea cariñosamente besado por el prohombre del organismo convocante; que, cuando un doctorando defienda su tesis con solvencia, sea besado por todos los varones del tribunal; que, cuando un grupo de empresarios o ejecutivos de pelo en pecho se reúnan en una sala de juntas, fusionen cálidamente sus mejillas antes de empezar la negociación; que el simpático albañil que ha arreglado el cuarto de baño, una vez rematada la faena de varios días, se despida del señor de la casa soltándole un par de sentidos muacs. Lo que daría por ver sus reacciones. Sobre todo, ahora que empieza el calor."

María Dueñas - Revista Elle

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