MADRID:FRONTERA Y KIRA (CRÍTICA)
¿A qué huele el miedo?
A lejía.
Una sensación meramente instintiva te hace pensar que quizá ahora no es el momento, lo leerás más tarde. Cuanto más tarde mejor. Cuánto más alargues el proceso de espera, menos sufrirás. Pero no puedes escapar, David Llorente va a coger tu corazón (sin permiso) y va a despedazarlo lenta y paulatinamente, sumergiéndolo en el mar de la agonía. Ese mar oscuro y funesto de la ciudad de Madrid.
“Los que han perdido la casa creen que lo han perdido todo y lo más seguro es que tengan razón. En los parques de la ciudad de Madrid, los desempleados se sientan al pie de los árboles y se comen su fracaso, su inferioridad, su inutilidad y su dependencia. Las digestiones de todo esto (como cabe suponer) son fatigosas y producen insomnio.
¿Y acidez?
También.”
Madrid:frontera es un acto de valentía (tanto escribirlo, como leerlo) es un golpe amargo de realidad, un puñetazo en el estómago (o en la entrepierna), un vómito de injusticias que te hace ser más consciente de este mundo estúpido, hipócrita y repugnante. Esta distopía es un tour lleno de inmundicia que te señala continuamente con el dedo. Te hace culpable y te involucra en la historia. Despiertas de tu cómodo letargo para circular por el camino del entendimiento, dejándote una única opción: actuar ahora o nunca.
Kira y el perdedor.
“Tomaba posesión de su cargo el nuevo alcalde que daría un vuelco a la vida del pueblo con sus ideas excéntricas como aquella de los viajes organizados para la tercera edad en autobús con destino a la costa con la severa obligación de estrellarse mortalmente en la primera curva para reducir la media de edad del pueblo y también estableció que todas las mujeres que cumplieran dieciocho años tenían que quedarse embarazadas de su novio, de su padre, o del señor alcalde porque los niños son el futuro."
Bienvenidos al festival de la anti-censura. Kira de David Llorente (escrito como una enumeración constante) es un acto de generosidad y una obra de una intensidad apabullante. Sin censura, ligeramente oscura y con un punto demencial. A pesar de la trágica vida de su protagonista, el humor negro propio de la obra te hace soltar varias carcajadas. Llorente es un escritor caritativo, consigo mismo y con sus lectores, pero no con sus personajes. Ni siquiera da un ápice de liberación a su querido personaje protagónico: el perdedor. Contagia su miseria a otros y hace que su legado no termine nunca. Como lector se experimenta una sensación amarga (no necesariamente negativa) estando a la espera continua de que el escritor salve al protagonista, buscas que se apiaden de él, le despojen de su postura de perdedor y por eso, Kira es el triunfo de la oscuridad de la novela negra.
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