CUATRO MOTIVOS POR LOS QUE VER PELÍCULAS DE GHIBLI DESDE LA INFANCIA
El Studio Ghibli está considerado como uno de los mejores estudios de animación de todo el mundo, y es imposible nombrarlo sin mencionar a sus dos pilares fundamentales: Hayao Miyazaki y el ya difunto Isao Takahata, ambos con una línea notablemente distinta a la hora de dirigir sus proyectos pero convergiendo siempre en un mensaje profundo y lleno de madurez. Mizayaki criticaba duramente el maltrato a la naturaleza en La princesa Mononoke (1997), hablaba de la pérdida de identidad en El viaje de Chihiro (2001) y criticaba el fascismo en Porco Rosso (1992). Takahata profundizaba sobre el pasado en Recuerdos del ayer (1991), reflexionaba sobre la libertad en El cuento de la princesa Kaguya (2013) y retrataba la crudeza de la guerra en La tumba de las luciérnagas (1988). Quizá a muchas personas el cine de oriente les ha tocado más de lejos que las películas del continente norteamericano, por eso es indispensable que las generaciones venideras conozcan las películas de Ghibli, no solo por su indiscutible calidad cinematográfica, sino porque sus historias favorecen el respeto a los demás, y promueven la conciencia medioambiental y la paz entre los seres humanos.
1. SU CRÍTICA
Japón es un país que aúna cuidado y respeto a la naturaleza a pesar de ser una gran potencia industrial y tecnológica. Por eso, cuando hablamos de crítica medioambiental dentro del Studio Ghibli nos vienen a la mente muchísimos de sus títulos, pero uno de los más potentes es sin duda La princesa Mononoke, por su violenta forma de ilustrar la convivencia del ser humano con el mundo natural. Quizá precisamente por eso no es una película concebida para un público muy infantil, pero en realidad la crudeza con la que está representada refleja cómo el ser humano no se queda atrás siendo cruel y agresivo con el ecosistema que le rodea.
Miyazaki no solo defenderá esto en su totalidad dentro del argumento de Mononoke, sino que esta visión aparecerá en otros títulos de manera metafórica, por ejemplo en El viaje de Chihiro cuando aparece un espíritu que llega cubierto de estiércol y desechos y que, al limpiarlo, se descubre que es un dios de un río que está contaminado. El director ilustró en realidad una experiencia de su infancia en la que tuvo que limpiar un río y quedó traumatizado por todos los desperdicios que había en él, incluida una bicicleta. Encontramos una princesa muy parecida y de las mismas características en Nausicaä que comparte grandes atributos con Mononoke. En el film Nausicaä del Valle del Viento (1983) también se critican las devastadoras consecuencias que tiene la guerra, además abordándolo con una originalidad abrumadora y con la creación de un mundo nuevo, como es el asombroso hábitat del Valle del Viento y unas criaturas que conviven con los humanos llamadas Ohms. Aunque si hablamos de criticar duramente las consecuencias de los conflictos bélicos la medalla es sin duda para La tumba de las luciérnagas, el largometraje de Takahata en el que se cuenta la historia de dos hermanos que intentan sobrevivir en un Japón devastado por la Segunda Guerra Mundial. La película, lejos de respirar un aire esperanzador, acaba siendo agónica, melancólica y difícil de asimilar. La deforestación y la crueldad humana también se representarán en Pompoko (1994) otra película de Takahata en la que unos mapaches japoneses deberán luchar para proteger el lugar en el que viven. Ambos directores resaltan la importancia del ecologismo y critican la devastación de la guerra, las armas y los conflictos bélicos en sus historias.
2. SUS HEROÍNAS
A diferencia de muchas de las películas de Walt Disney (sobre todo de las primeras) los personajes femeninos del Studio Ghibli se caracterizan por su determinación y su valentía. Ya en el periodo de los 80, Miyazaki nos mostraba en Nausicaä un arquetipo de princesa muy diferente al que acostumbrábamos a ver. Lejos, como ya argumento, de las tareas propias de algunas princesas Disney, repletas de sumisión y amparadas bajo el ámbito de los cuidados.
En su amplia gama de películas, reconocemos a mujeres con extraordinarias habilidades para la lucha cuerpo a cuerpo como Mononoke y Nausicaä, y también inteligentísimas e incansables trabajadoras como Fio de Porco Rosso, Sophie de El castillo ambulante, y las jovencísimas Nicky y Chihiro. No solo cuando ocupan el lugar protagónico, sino también cuando son personajes secundarios, como ocurre en Porco Rosso cuando este se niega a que Fio, la sobrina de un amigo, le diseñe su aeronave: “¿No me ves capaz de hacer este trabajo porque soy joven o porque soy una mujer?” le pregunta Fio a Porco con una sorprendente naturalidad. “Por ambas” afirma él. Finalmente, no solo acabará diseñándolo ella misma, sino que además, todo el avión será construido únicamente por mujeres.
3. SU SIMBOLOGÍA
El viaje de Chihiro es una película que habla –entre otras cosas- sobre la identidad humana y las dificultades que a veces tenemos para ser nosotros mismos, sobre todo en estos tiempos de embriaguez tecnológica y consumismo sin sentido. De ahí que el verdadero nombre de los personajes tenga un significado especial, es mucho más que un conjunto de letras: nuestro nombre simboliza todo lo que nos representa. Por eso cuando los padres de Chihiro sobrepasan el umbral de la gula y la codicia, son convertidos en cerdos y olvidan su identidad humana. El viaje de Chihiro es una película que puede que no entendamos de pequeños, incluso quizá necesitemos verla varias veces para descifrar sus metáforas, pero es un film que no debe ser entendido racionalmente, sino sensorialmente. Otra película de Miyazaki que quizá ha pasado más desapercibida dentro del estudio es Porco Rosso, a pesar de ser una película apasionante y con una historia repleta de simbolismos. El propio protagonista es un cerdo apodado como Porco Rosso que recobra su forma humana con cada acto de amor sincero, como si la esperanza le hiciera recobrar la humanidad. Encontramos la personificación de la esperanza y el cuidado también en Mi vecino Totoro (1988) el film en el que dos niñas se refugian en un mundo de fantasía para solventar el dolor causado por la enfermedad de su madre. En él se menciona a Totoro como “el espíritu guardián del bosque”, que parece ser una representación de la inocencia y la esperanza de las niñas. A menudo encontramos en Ghibli objetos inertes con vida o seres que equilibran la maldad humana, porque la magia es necesaria para poder materializar ideas que son más espirituales. Por eso la delgada línea entre fantasía y realidad que proyecta Ghibli en sus películas nos hace entender que la imaginación siempre será una poderosa herramienta para subsanar el dolor y la tristeza.
4. SU SELLO
Hablar de esplendor en el mundo de la animación es hablar del Studio Ghibli, porque la personalidad y originalidad de todas sus películas es innegable. Acostumbrados como tal a la animación occidental, la concepción del paisaje y la cultura japonesa no solo nos cautivan por su estética, sino también porque en ella figuran las claves fundamentales de la sociedad nipona como el honor y el pensamiento colectivo. Takahata ensalzaba la libertad y la capacidad de decisión individual en El cuento de la princesa Kaguya, y cuando la protagonista explota de miedo y terror la animación la acompaña, transmitiéndonos sus sensaciones y haciendo arte en todo su conjunto. La innovación del dibujo también se reconoce en Mis vecinos los Yamada (1999) y esta evolución del trazo, el color y los personajes ha permitido al Studio Ghibli, experimentar otras formas de animación sin perder su esencia.
A muchos de nosotros, nos atrajo la cultura y la gastronomía japonesa por el reflejo tan fiel que tienen en Ghibli. Por eso es importante la visualización de estas películas durante la infancia, para conocer otras costumbres y modos de vida asociados a otra cultura, que además tienen un sin fin de atributos que deberíamos concebir también en nuestro día a día, pero que no se nos han inculcado porque vivimos en un país distinto. Un valor imprescindible que no abunda mucho en la sociedad occidental, es el pensamiento colectivo y el trabajo en equipo que quedan perfectamente reflejados en el largometraje La colina de las amapolas (2011) en él, un grupo de estudiantes evitará la demolición de un edificio de muchísimo valor tradicional y arquitectónico. Para ello, todos trabajarán muy duro hasta remodelarlo por completo. Además, la filmografía del estudio tiene un componente artístico muy importante, en muchas de sus películas los personajes son pintores, músicos y artesanos. El trabajo manual y el esfuerzo profesional tienen un valor indispensable en la mayoría de los largometrajes de Ghibli. Para algunos personajes, la ambición por dedicarse a lo que les apasiona es tan grande, que acaban superando sus miedos y emigrando a otros países para cumplir sus sueños. En Susurros del corazón (1995) la protagonista es compositora y cantante y el chico que le gusta es violinista y lutier. Ambos son músicos y sus habilidades se mezclan en una preciosísima escena en la que cantan ‘Country Road’ junto con otros músicos.
El arte, el valor de las relaciones y la convivencia del ser humano con la naturaleza, son esenciales en las películas del estudio porque también son indispensables para un mundo en armonía, aunque a veces lo olvidemos. Eso es lo que define a Ghibli como un estudio capaz de alegrar el corazón y resaltar la bondad humana.
“Tienes que aspirar a cambiar el mundo con tus películas, aunque nada cambie, eso es lo que significa ser un cineasta para mí”
-Hayao Miyazaki-
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